Los políticos fracasan en redes porque no saben ser auténticos: Alan Santelices Excelsior

Porfirio EscandónEn la era de la hiperconectividad, donde una historia en Instagram puede mover la conversación pública y un video en TikTok puede ser más potente que un mitin, los políticos aún tropiezan en su relación con las redes sociales.
A pesar de contar con miles —o incluso millones— de seguidores, sus perfiles generan poco impacto real, escasa interacción y, en muchos casos, rechazo o burla.
¿Por qué ocurre esto?Alan Santelices, consultor político con experiencia en campañas en 13 estados de México, más de 40 municipios y procesos electorales en cuatro países, explica que el problema no es tecnológico, sino humano.
“El error no está en el algoritmo.
El verdadero fracaso radica en cómo los políticos usan —o malusan— sus plataformas.
No entienden que las redes sociales no premian la perfección, sino la autenticidad”.
Según Santelices, hay tres errores recurrentes que explican esta desconexión digital: exceso de simulación, falta de contenido orgánico y pésimas decisiones digitales.
La imagen impoluta que genera desconfianzaMuchos políticos construyen su presencia digital como si se tratara de una vitrina de perfección: fotos milimétricamente calculadas, frases pulidas hasta la última coma, y discursos que parecen ensayados por un comité más que escritos por una persona real.
“En teoría, una imagen cuidada debería generar confianza.
Pero en la práctica, tanto control genera el efecto contrario: distancia emocional.
Hoy la gente desconfía de los políticos que parecen demasiado perfectos.
Prefieren a alguien que se muestre humano, aunque se equivoque, que a un perfil que parece manejado por un robot con corbata”, afirma Alan Santelices.
En tiempos donde la ciudadanía demanda transparencia y cercanía, la pose política ha quedado obsoleta.
Como diría Oscar Wilde, “ser natural es la más difícil de las poses”.
Contenido sin alma ni autenticidadA este exceso de simulación se suma otro problema: el contenido acartonado.
Muchos políticos publican mensajes que huelen a boletín reciclado: frases genéricas, hashtags vacíos, videos estáticos.
En resumen: publicaciones sin alma.
“La falta de contenido orgánico es evidente”, señala Santelices.
“Las redes no son para discursos oficiales, sino para contar historias, compartir emociones y mostrar a la persona detrás del cargo.
El público detecta enseguida cuándo un mensaje es genuino y cuándo está fabricado por un equipo de campaña.
La audiencia busca humanidad, no propaganda”.
Cuando la autenticidad está ausente, los ciudadanos reaccionan con indiferencia, sarcasmo o incluso rechazo.
 “Hoy un meme bien hecho puede tener más impacto político que una declaración oficial”, advierte.
Estrategias digitales equivocadasComo si no bastara con los errores anteriores, muchas campañas políticas implementan estrategias digitales que, lejos de ayudar, sabotean su alcance: pedir “auto-likes” al equipo, compartir en masa desde cuentas afines o comprar seguidores para inflar cifras.
Estas prácticas, además de poco éticas, son penalizadas por los algoritmos de las plataformas.
“Los algoritmos detectan cuando una publicación no genera interacción orgánica.
Si el engagement proviene de cuentas coordinadas o falsas, se reduce el alcance.
Al final, el político termina hablando solo”, explica Alan Santelices.
 Además, agrega que estos intentos de simular popularidad digital “no solo son inútiles, sino que erosionan la credibilidad del perfil público”.
¿Qué hacer entonces?La buena noticia es que estos errores tienen solución, si hay voluntad de cambio.
Para Santelices, la clave está en abandonar la obsesión por el control y abrazar la autenticidad.
 “Las redes sociales no son un canal unidireccional.
Son un espacio de conversación.
El político que entienda esto, que escuche, que interactúe, que muestre su parte humana —con aciertos y errores—, es quien logra conectar”.
Con una trayectoria que comenzó en la industria de la música —donde ayudó a artistas a construir marcas digitales auténticas— y que lo llevó a campañas presidenciales y estatales, Santelices insiste: “Lo que conecta es lo real.
La ciudadanía valora más un mensaje con emoción que uno sin errores.
Quien no se adapte a esta lógica, está destinado a quedarse hablando solo”.
Finalmente, Alan Santelices menciona que el reto no es tecnológico, es comunicacional, pues en redes sociales, la autenticidad es la moneda más valiosa.
 “El político que entienda que cada usuario es una persona —no solo un voto— podrá transformar sus plataformas de un terreno hostil a un espacio fértil para el diálogo y la conexión real”, finaliza.
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