Infancias migrantes, en la periferia de políticas públicas: urgen ser escuchadas Milenio

Por años, las niñas, niños y adolescentes en contextos de movilidad humana han permanecido en la periferia de las políticas públicas y los compromisos internacionales.
Aunque representan una proporción creciente de la población migrante en América Latina, su voz rara vez es tomada en cuenta en los espacios de decisión.
Hoy, desde México hasta el Triángulo Norte de Centroamérica, este grupo exige algo más que empatía: exige acciones concretas para garantizar sus derechos humanos.
De acuerdo con la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), en los últimos años se ha intensificado la migración de menores de edad solos o acompañados.
Tan solo en 2023, México detectó a más de 120 mil niñas, niños y adolescentes migrantes, de los cuales más de 25 mil eran no acompañados, lo que representa un incremento del 61% respecto al año anterior.
En este contexto, Redim, junto con organizaciones aliadas y con la participación activa de niñas y adolescentes de México, El Salvador, Honduras y Guatemala, ha impulsado la creación de un Mecanismo Transnacional de Protección que busca una respuesta coordinada y eficaz ante esta crisis humanitaria.
Este instrumento regional no solo contempla protocolos para evitar la detención migratoria y garantizar el acceso a servicios como salud, educación y refugio, sino que también ha sido diseñado con la voz directa de quienes más lo necesitan: las infancias y adolescencias.
Ximena Reynoso y Michelle Wong, voceras del grupo de participación regional de niñas, niños y adolescentes en situación de movilidad, presentaron una serie de propuestas que hoy funcionan como hoja de ruta urgente para los gobiernos de la región.
Lejos de discursos técnicos, sus planteamientos reflejan una conciencia aguda de las fallas estructurales y, sobre todo, de la necesidad de transformar las promesas en políticas reales.
Entre las peticiones destacan:Acceso a la educación en países de tránsito y destino.
“No solo nos escuchen, también tómennos en cuenta”, dijeron las voceras al exigir que ningún menor migrante sea excluido del sistema educativo.
Atención a la salud mental.
Las niñas y niños migrantes experimentan niveles profundos de estrés y trauma, por lo que solicitan atención psicológica y emocional especializada durante todo el proceso migratorio.
Respeto a su derecho a la libertad de expresión.
“Hay niños que ni siquiera tienen derecho a pensar”, denunciaron.
La participación activa de las infancias en la elaboración de políticas que les afectan debe dejar de ser simbólica.
Prevención de la xenofobia y el racismo.
La integración social y cultural en países de destino sigue siendo una deuda pendiente, agravada por discursos de odio y criminalización de personas migrantes.
Garantías básicas como alimentación, privacidad y seguridad.
Proponen que en cada país se reconozcan e implementen estándares mínimos de protección.
“No es justo que hablen de nosotros sin nosotros.
Queremos ser parte de las decisiones que nos afectan”, reclamaron.
Esta consigna refleja no solo el anhelo de justicia, sino una conciencia clara de sus derechos como personas sujetas de protección internacional.
A pesar de que México y otros países de la región han firmado la Convención sobre los Derechos del Niño y han establecido marcos legales para la protección de migrantes, los datos siguen mostrando una brecha abismal entre el discurso y la acción.
Redim ha señalado en diversos informes que los centros de detención migratoria, las devoluciones expeditas y la falta de servicios básicos siguen siendo la norma para muchas infancias migrantes.
Además, el Comité de los Derechos del Niño de la ONU ha reiterado que ningún menor debería ser privado de su libertad por motivos migratorios, y que la detención nunca es en el interés superior del niño.
Sin embargo, México continúa reteniendo a niñas, niños y adolescentes en estaciones migratorias, muchas veces sin condiciones dignas.
En este contexto, el Mecanismo Transnacional propuesto por Redim y respaldado por los grupos de participación infantil representa una oportunidad para que los Estados no solo coordinen esfuerzos, sino que coloquen a las infancias en el centro de su respuesta.
“Cada segundo que no hacen lo correcto, es un segundo en que una niña o niño está cruzando un lugar peligroso, sin agua, sin protección.
¿Para qué esperar más? Hay vidas que se necesitan proteger ya”, dijeron las voceras al cerrar su participación.
Las infancias migrantes no son el futuro, son el presente, y este exige compromiso real, medidas urgentes y, sobre todo, voluntad política para que su camino deje de estar marcado por el abandono y la violencia, y comience a transitarse con dignidad y derechos.
EHR