Buen salvaje, la sátira entre gringos y mexicanos que incomoda, divierte y hace pensar Chilango.com
¿Qué pasa cuando dos artistas gringos con la brújula creativa rota se lanzan a “reinventarse” en un rancho mexicano? Pasa Buen salvaje, la nueva película de Santiago Mohar Volkow, un experimento tan absurdo como lúcido que se ríe de todo y de todos: de los gringos que idealizan México, de los mexicanos que caricaturizan a los gringos y, sobre todo, de lo que el cine ha hecho con esos estereotipos por décadas.
¿De qué trata la película Buen salvaje?
La historia sigue a Jesse (cineasta) y Maggie (escritora), una pareja neoyorquina que aterriza en el norte del país buscando un respiro artístico. Su plan de retiro creativo se tuerce cuando conocen a un capo local que convierte su fantasía en una pesadilla tan surrealista como peligrosa. Lo que empieza como sátira romántica termina rayando en el thriller narco, pasando por la parodia cultural, la crítica social y un despliegue de referencias metacinematográficas que solo alguien como Mohar podría orquestar sin que se le caiga el teatro.
En entrevista con el IMCINE, el director explica que esta película es un juego entre lo real y lo ridículo, una sátira que utiliza los clichés como herramientas estéticas.
“Los estereotipos tienen un pie en la realidad y otro en la fantasía”, dijo, y Buen salvaje se divierte cruzando esos pies. Aquí, los actores juegan con los personajes que han sido en otras producciones: Manuel García-Rulfo cita Pedro Páramo —irónicamente en el rancho de los Rulfo— para embaucar a los gringos, y Alejandro Edda, que interpreta al Chapo en Narcos, ahora hace de un narco con más estilo que miedo.
Rodada hace cuatro años, antes del boom de migración gringa postpandemia, la cinta se adelantó sin querer a la realidad. Mohar reconoce que la película cobró nuevos sentidos con el tiempo. “No teníamos previsto que los temas se alinearan con el presente”, confiesa.
Pero lo hicieron, y eso le da a Buen salvaje una pertinencia que incomoda y fascina.
Además, hay una reflexión crítica sobre el propio proceso de filmación. “Nosotros también éramos cineastas gentrificadores”, admite el director, quien filmó durante la pandemia con los recursos mínimos, pero con una autoconsciencia afilada.
Lo que podría haberse convertido en una burla fácil al turismo artístico, se transforma en un ensayo lúdico sobre los privilegios, las tensiones culturales y la forma en que el cine se relaciona con lo que retrata.
Visualmente, Buen salvaje se nutre del absurdo y de lo estilizado. Fantasías bucólicas, homenajes literarios, todo cabe en esta cinta donde el humor se cruza con la crítica y la forma le gana al cliché.
Santiago Mohar, quien ya había mostrado su pluma afilada en Sísifos y Los muertos, vuelve a demostrar que su cine no busca agradar, sino retar. Y en ese riesgo hay algo profundamente refrescante. Buen salvaje llega a cines a partir de este 17 de julio.
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